SOMOS LA VIDA,SOMOS LA PAZ!!
El relato oficial y sus ideologos, pretenden instalar que la
defensa de los derechos humanos empieza y se reivindica a partir del 2003,arrogándose así la representatividad en una batalla cultural , que asi denominan, con atisbo de épica y con demasiadas puestas en escena.Muchos dirigentes kirchneristas y que profundizan este relato, carecen de antecedentes, precisamente,
en la lucha por los derechos humanos, por lo que usan el perverso argumento del
«ninguneo» hacia todos aquéllos que si
pueden exhibir su lucha por los derechos humanos, cuando ello implicaba el
riesgo cierto de sufrir torturas, prisión y hasta pérdida de la vida en manos
de la dictadura militar.
Es hora que se sepa y se valore, que haya verdadera memoria
y Justicia, que durante los aciagos períodos de gobiernos de facto hubo quienes
fueron solidarios y defendieron a las víctimas de los atropellos y excesos de
los autoritarismos de turno y, valga la aclaración, sin que ello implicara
identificación con sus ideologías.
Precisamente el 19 de Octubre del año 1976 moría en el
hospital de la cárcel de Villa Devoto el abogado Mario Abel Amaya que había
sido secuestrado en su casa de la ciudad de Viedma el 29 de agosto
permaneciendo en calidad de desaparecido hasta el 31 de ese mismo mes, fecha en
que fue trasladado atado, amordazado y encapuchado en automóvil y tirado en una
zanja junto con el Dr. Hipólito Solari Yrigoyen cerca de Viedma donde de
inmediato fueron recogidos y detenidos por la Policía que difundió la
versión de un supuesto enfrentamiento con subversivos que llevaban prisioneros
a Amaya y Solari Yrigoyen.
Lo cierto y concreto que fue, como salir del fuego y caer en
las brasas, porque quedo detenido bajo un régimen de máxima peligrosidad y
después de un periplo por varios institutos carcelarios recalar en la de Rawson
el 11 de septiembre donde fue sometido junto con los demás detenidos, a
cruentos castigos y torturas que no fueron resistidas por Amaya que era
asmático (se le suprimió el inhalador y los remedios) por lo que en estado ya
de coma, fue trasladado al Hospital de la cárcel de Villa Devoto donde murió el
19 de octubre a los 41 años.
Amaya fue velado en Buenos Aires, en el barrio de Mataderos,
porque la dictadura no permitió que se lo hiciera en la Casa Radical ni
en otro lugar del centro de la ciudad. Después fue trasladado y enterrado en
medio de un clima represivo, en Trelew, donde lo despidieron Raúl Alfonsín y
Carlos Fonte, su colega en la Cámara de Diputados.
Su madre, más tarde, se fue a vivir a Luján, provincia de
San Luis, donde residía su familia y temiendo una profanación de los restos de
su hijo, los llevó al cementerio de esa localidad, donde descansan, ahora
también junto a ella.
Su vida, su lucha
¿Por qué este calvario? ¿Quién era y que había hecho en su
vida?. Como abogado y militante de un partido democrático (UCR) se orientó a
asesorar trabajadores y sindicatos. A comienzos de la década de 1970 comienza a
defender a presos políticos detenidos en la cárcel de Rawson, destacándose
entre ellos el dirigente sindical Agustín Tosco. En 1972 se produjo una fuga de
presos políticos de las organizaciones guerrilleras.
En el año 1973 fue elegido diputado nacional por su
provincia (Chubut) que ejerció hasta el golpe militar de marzo de 1976
ocurriendo después los aciagos hechos relatados anteriormente que culminaron
con su deceso.
En momentos que estos advenedizos
políticos contemporáneos, en un escenario de jolgorio civil, proclaman méritos
propios descalificando groseramente a quienes como el doctor Amaya pagaron con
su vida la lucha por los derechos humanos, se hace necesario poner sobre el tapete que el proceso de
liberación y dignificación del hombre, no tiene dueños ni
admite especulaciones de aprovechamiento electoral ni competencias de vanidades
personales o de grupos, por cuanto tiene esencial carácter universal y se
extiende en el tiempo sin fin del progreso de la humanidad.
Si realmente queremos hacer un aporte en ese largo devenir
de reivindicación de derechos, empecemos por respetar la historia, venerando y
reconociendo a quienes nos precedieron sin otra pretensión que ser sus
continuadores y pasar la posta a las generaciones futuras.
Alfonsín finalizaba su discurso en el sepelio de Amaya
diciendo:»Ruego a Dios que haga que el alma de Mario Abel Amaya descanse en
paz. Ruego a Dios que permita sacarnos cuanto antes de esta pesadilla, de esta
sangre, de este dolor, de esta muerte, para que se abran los cielos de nuevo;
que en algún momento podamos venir todos juntos a esta tumba con aquellos
recuerdos agridulces y recordar el esfuerzo del amigo y poder decirle que se
realizó, que dio por fin sus frutos.».
LOS RADICALES QUE ADMIRAMOS TU EJEMPLO DE LUCHA,
SACRIFICIO Y MILITANCIA...TE RENDIMOS HOMENAJE!!!